martes, 6 de abril de 2010

Ica, Ciudad del Eterno Sol

Tierra de sol eterno, de dunas que barre incansable el viento y de una costa privilegiada, Ica es un verdadero oasis en medio del corazón de las planicies de la costa sur peruana. A pesar de encontrarse en medio de uno de los desiertos más áridos del planeta, Ica produce inmejorables espárragos, uvas, pecanas, pallares y frijoles, entre otros cultivos de exportación gracias al notable esfuerzo de sus agricultores, herederos de una tradición que se remonta a tiempos anteriores a los incas. Fue aquí, en medio de un paisaje casi lunar, de atardeceres de ensueño y de una costa tan salvaje como sorprendente, que se desarrolló la cultura Paracas, famosa en el mundo entero por los exquisitos mantos textiles hallados en sus entierros.



Hoy Ica ofrece una larga lista de atractivos turísticos que van desde casonas y bodegas con siglos de historia a hermosas playas donde la vida silvestre crea espectáculos excepcionales, pasando por las famosas líneas de Nazca, sitios arqueológicos alucinantes y extensas pampas desérticas ideales para el off road y los deportes de aventura (ala delta y sand board).



Los valles iqueños forman parte de la inacabable Ruta del Pisco y atesoran más de una sorpresa gastronómica que usted no debe perderse: huertas tan antiguas como los canales precolombinos que las riegan donde se producen unos pallares y espárragos verdes memorables, además de jugosos higos y pecanas que se unen para el deleite de los reposteros. Sus viñedos, los primeros del país, producen piscos de excelente calidad, y sus remotas playas de arena regalan a los pescadores más persistentes los mayores lenguados y corvinas de nuestra costa.



Apenas a minutos de la ciudad se encuentra Huacachina, un oasis de película rodeado por enormes dunas de arena fina que fuera el balneario favorito de los iqueños más renombrados a mediados del siglo XX. Parte del atractivo de esta región es internarse por los caminos que bordean sus chacras, entre alamedas de huarangos y palmas datileras.



Allí están las señoriales haciendas Tacama, Vista Alegre y Ocucaje, por mencionar solo a las más renombradas, poseedoras de extensos viñedos donde producen excelentes tintos y piscos. Con sus espacios remodelados, algunas de ellas funcionan hoy como albergues para turistas y ofrecen la posibilidad de conocer de cerca el proceso de producción del pisco y el vino, en medio de sus relajantes paisajes rurales. Súmele a todo esto una buena copa de su famoso pisco sour para completar la experiencia.

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